Carnaval, máscaras y autoconocimiento

Es época de carnaval, una fiesta de origen pagano que tiene sus raíces en Grecia y Roma, donde se ofrecían celebraciones a Dionisio y/o Baco, dios del vino, de la fiesta y del teatro, celebraciones que incitaban a la locura y al éxtasis colectivo hasta al punto de dejar de ser, temporalmente, uno mismo.
En estas festividades se permitía el exceso y el desorden, los esclavos y amos podían incluso intercambiarse sus vestimentas e invertir sus roles por un día. 

En el centro de estas celebraciones las máscaras eran un elemento esencial, que permitía ocultar la identidad para dar paso a la posibilidad de asumir un rol diferente, funcionaban a la vez como protección e incentivo para transgredir las normas sociales.

Adoptar una mirada psicológica nos permite explorar una de las dimensiones más fascinantes del uso de las máscaras: la relación entre las máscaras físicas y las máscaras del ego (entendiendo este concepto como personajes internos o roles). Las máscaras nos permiten vernos de una forma diferente, lo que puede llevar a una introspección profunda sobre quiénes somos realmente y cómo nos relacionamos con los demás.

No hay que olvidar que las máscaras o roles tienen su función y son necesarias, nos permiten adaptar nuestro comportamiento, nos facilitan la organización o la asunción de responsabilidades o simplemente nos protegen; la dificultad surge cuando nos identificamos de una forma demasiado rígida con estas y olvidamos que somos mucho más que nuestras máscaras internas. Por ejemplo: una mujer que se identifica con su rol de madre y olvida otras áreas importantes para su desarrollo como: las amistades, el ocio, el ámbito profesional o sus intereses.

Mi propuesta es aprovechar esta celebración para reflexionar sobre las máscaras que utilizamos en nuestra vida cotidiana que, como hemos visto, por un lado, nos facilitan nuestra relación con los demás, pero por otro, nos dificultan actuar con espontaneidad y mostrar nuestro verdadero yo, nuestra esencia.

Podemos empezar por preguntarnos:
  • ¿Para qué me sirve utilizar máscaras?
  • ¿Cuántas máscaras reconozco en mí?
  • ¿Cómo me definen mis máscaras?, ¿Qué dice cada máscara de mí?
  • ¿Qué máscaras me protegen?, ¿De qué me protegen?
  • ¿Qué máscaras me limitan y me impiden desarrollar otros aspectos de mí?
Una vez identificadas nuestras máscaras y cómo nos sentimos con ellas, propongo que nos concedamos un espacio de experimentación, permitiéndonos interpretar aquellos personajes internos portadores de aspectos que forman parte de nosotros, pero que normalmente evitamos o rechazamos; en muchos casos, estos personajes están relacionados con deseos reprimidos, miedos o aspiraciones no reconocidas.
El disfraz o máscara nos brinda la oportunidad de conectar con esa parte de nuestro ser que conserva la capacidad de jugar, asombrarse, soñar o imaginar, en definitiva, de ser creativo y espontáneo. Por ejemplo, puede ser un buen momento para interpretar a un personaje grotesco, que nos permita habitar nuestra sombra, o disfrazarnos de animal, para reconectar con nuestra parte más instintiva, o, incluso, recuperar un personaje de nuestra infancia, para conectar con nuestro niño interior.

Haber identificado y experimentado nuestros diferentes roles nos permite hacer un uso consciente de ellos, siendo nosotros quienes llevamos la máscara y no ella a nosotros.

Irene Prats Beltrán
Psicòloga General Sanitària

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