La necesidad de pertenencia es una característica fundamental del ser humano. Desde tiempos ancestrales, los seres humanos han buscado formar parte de grupos sociales para asegurar su supervivencia y bienestar.
En el nacimiento, la necesidad de supervivencia se asegura a través del apego a una figura adulta y la pertenencia a la familia, sea cual sea la forma que tenga dicha familia.
Sin embargo, a partir de la edad escolar y la adolescencia, el grupo de iguales empieza a tener mayor importancia en la vida social y se genera un apego grupal y la necesidad de tener una red de apoyo además de la familia. Esta necesidad de pertenencia se manifiesta en la búsqueda de aceptación, apoyo y conexión emocional con otros individuos de su edad y otros adultos como entrenadores, tutores, mentores, etc. La pertenencia a un grupo proporciona un sentido de identidad y propósito, y puede influir en la autoestima y la salud mental de una persona.
La tendencia de las personas a identificarse y alinearse con un grupo específico, a veces en oposición a otros grupos, forma una mentalidad de grupo o lo que los antropólogos y sociólogos llaman la mentalidad tribal. El término tribal hace referencia que, en el inicio de la Humanidad, los grupos de seres humanos estaban agrupados en tribus, cada una de ellas asociada a un territorio, con una lengua, cultura y símbolos, religiosidad y normas que caracterizaba a cada una de ellas. Las tribus se agruparon en sociedades, países, estados, pero aun que la “tribu” se vuelve enorme, se genera una identificación con el grupo de pertenencia que nos diferencia de otros países, estados y sociedades. Somos mallorquines o forasteros, españoles o franceses, europeos o americanos, orientales u occidentales.
Esta mentalidad puede ser beneficiosa en términos de cohesión y solidaridad dentro del grupo, aunque también puede generar animadversión, odio, agresividad y exclusión hacia los que son los “otros”. Se pueden formar dinámicas “nosotros y ellos” de un modo benigno, como en la rivalidad deportiva, pero en otras ocasiones, la dinámica “nosotros/ellos” pueden implicar considerar a los otros como un peligro, implicando racismo, xenofobia, enfrentamientos que pueden significar desigualdad social, económica y otros tipos de injusticia para uno de los dos grupos. Estas dinámicas pueden convertirse en guerras y en ciclos de odio que pueden durar décadas, siglos y milenios.
¿Cuál podría ser el antídoto? La empatía. Una empatía que implique a todos los seres humanos por el hecho de ser humanos. La empatía únicamente tribal hace que nos pongamos en la piel de alguien que está en el grupo “nosotros”, pero no nos importa lo que le pueda pasar a alguien del grupo “ellos”. A las personas les resulta fácil ser empáticos con sus iguales, y más difícil con los diferentes. Sin embargo, el rechazo social produce el mismo dolor en una persona nacida aquí o en Indonesia. Y, en realidad, sólo depende de circunstancias aleatorias haber nacido aquí o allá, en una familia o en otra, en periodo de paz o de guerra. Pero el racismo que un senegalés vive hoy en día en España es el mismo racismo que vivió un español que tuvo que emigrar en los años 60 del S. XX. Una empatía basada en lo que nos hace iguales es el único antídoto para una sociedad justa y pacífica. No olvidemos que la falta de empatía nos impide tener una buena salud mental
En resumen, la necesidad de pertenencia y la mentalidad tribal son aspectos intrínsecos de la naturaleza humana que han jugado un papel crucial en la formación de sociedades y comunidades a lo largo de la historia. Sin embargo, es importante ser conscientes de los posibles efectos negativos de la mentalidad tribal y trabajar hacia una mayor comprensión y cooperación entre diferentes grupos.
Psicóloga General Sanitaria
Especialista en apego, trauma y parentalidad
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