El nacimiento de una madre


La llegada del embarazo supone un cambio vital transformador. Nuestra compañera de gabinete Ana Cortiñas, psicóloga, nos habla de ello en este interesante texto que os invitamos a leer.

Nuestro cumpleaños es la celebración de venir a este mundo, ver la luz. Pero el mismo día en el que una mujer se entera que está embarazada, empieza a nacer como madre, sobre todo la primera vez porque nunca antes se había tenido un hijo.

Daniel Stern, un psicólogo norteamericano especialista en las relaciones madre-bebé,
entrevistó a muchas mujeres embarazadas en su primera vez, y escribió un libro en el que describió las características en común de todas ellas. Es la descripción de cómo nace una madre, y aunque Stern no dice que su descripción pueda generalizarse a todas las mujeres de todas las culturas, me llamó mucho la atención cómo describía experiencias que yo misma había sentido, aunque no soy mujer norteamericana.

Muchas mujeres describen las mismas fases psicológicas durante el embarazo. El primer trimestre es una mezcla de alegría y miedo. El embarazo deseado llena de ilusión, pero al mismo tiempo, las primeras semanas tienen un alto riesgo de aborto. De hecho, un gran número de embarazos no llegan a término, sin que eso sea atribuible a ningún problema. Muchas mujeres comunican su nuevo estado, pero muchas otras pueden decidir dejar pasar los primeros meses antes de comunicar su embarazo al resto de la gente.

El segundo trimestre, que las hormonas suelen acompañar para sentirse con gran energía, viene la fase de ilusionarse con la persona que va a llegar a nuestra vida. Podemos ponerle cara, imaginarnos cómo puede ser. Es el momento de conocer el sexo (si queremos) y buscar nombre. Los cambios en el cuerpo son evidentes, empiezan los movimientos perceptibles y las ecografías nos ayudan a imaginarnos lo que llevamos dentro. El espacio de nuestro cuerpo, que va cambiando y ensanchando, se traduce también en un cambio psicológico en donde damos espacio mental al nuevo ser que empezará pronto a estar en nuestra vida. En realidad, ya está en nuestra vida y empieza a modificarnos como personas.

En el tercer trimestre, curiosamente, dejamos de pensar en la cara de nuestro bebé. Esta falta de imagen concreta en estos últimos meses, era una constante en todas las mujeres entrevistadas. Es como si nuestro psiquismo nos preparara para atender al hijo-a real que vamos a tener y dejamos de imaginarlo para poder acogerlo tal como es, y no tal como lo hemos fantaseado.

Muchas mujeres, en el proceso de la gestación pueden sentir una unión especial con la Naturaleza. El embarazo es algo que nos sucede sin que nuestra voluntad intervenga. Algo que implica que una sabiduría interna nos recorre y nos permite crear una nueva vida. Para algunas de nosotras, este momento puede llegar a tener un sentido espiritual, de unión con algo más allá de nosotras mismas.
Psicológicamente, en el momento en que empezamos a ser conscientes de que tendremos que cuidar a nuestro-a hijo-a, podemos empezar una reflexión sobre nuestro papel de madres, y cuál será la mejor forma de educar a nuestro-a hijo-a. Nuestras historias vinculares o de apego, nuestras historias como hijas, empiezan a salir a la superficie de nuestra mente porque el modelo de ser madre es el modelo de nuestra madre. ¿Tuvimos una madre suficientemente buena? ¿Queremos repetir su modelo? ¿Queremos ser radicalmente distintas? Los temas de nuestra primera infancia surgen porque vamos a cumplir el papel contrario al que vivimos de niñas. Ahora los-as niños-as ya no estarán únicamente en nuestra memoria, sino en nuestra realidad cotidiana.

Curiosamente, a pesar de que podemos ser críticas con el papel que cumplieron nuestras madres, éstas se convierten otra vez en personas muy importantes para este momento. El embarazo, parto y puerperio nos acerca a ellas, en parte porque ahora vamos a estar en su papel y eso nos puede hacer comprender algunas cosas, y por otro lado, porque la situación nueva nos hace sentir inseguras y volvemos a necesitar de una madre que nos reasegure y tranquilice. Si la relación con nuestra madre hubiera sido tan mala, a lo mejor nos volcamos en pedir apoyo y ayuda al padre o marido, y no siempre esto puede salir bien. Un marido nunca podrá ser madre, y su reflexión irá encaminada, probablemente a cómo ser padre. El “marido maternizado” puede ser una fuente de problemas, porque quizá sea un papel que no pueda cumplir ni aunque lo desee.

El puerperio es un momento de emociones a flor de piel, y eso incluye una sensibilidad especial y, a veces, cierta tristeza. Podemos llorar fácilmente, sin que eso implique una depresión post-parto, que es un estado más allá de la simple tristeza. Pero la gravedad de nuestra inseguridad, irritabilidad y tristeza pueden darnos pistas sobre la inseguridad de nuestras relaciones tempranas. En muchos países se ofrece un apoyo especial a los nuevos padres, precisamente porque los estudios han demostrado que en este momento de estrés familiar, un apoyo adecuado puede hacer que ciertas historias no se repitan.

¿Por qué se necesita apoyo para este momento? ¿Por qué, si yo sé que no quiero repetir lo mismo que a mí me hicieron, no va a bastar?
Cuando aprendimos a relacionarnos con nuestra madre aprendimos el modelo de ser madre de forma inconsciente, por imitación y por las expectativas que nos hicieron tener sobre lo que es cuidar y ser cuidado. Este aprendizaje lo tenemos almacenado en la memoria de procedimientos, la misma que utilizamos para caminar, montar en bicicleta o más adelante, conducir. Esta memoria es inconsciente y almacenada de forma no-verbal. Es muy difícil acceder a ella solo por voluntad. Por eso, aunque sabemos que no queremos cuidar como fuimos cuidados, podemos hacer las mismas simples cosas, de forma automática, sin darnos cuenta. Por ejemplo, sabemos que nos hubiera gustado que nuestra madre nos diera más comprensión. Sin embargo, no atendemos cuando nuestro bebé llora si sabemos que no llora por hambre. A veces, nos vamos al extremo contrario y damos tanta comprensión y cuidado que no dejamos espacio a nuestro bebé a la exploración.

El proceso posterior al parto puede ser similar en madres adoptivas. El embarazo es solo la parte biológica de tener hijos-as, pero la función materna se hará igual sea el hijo-a biológico o adoptivo (o casi igual, dependiendo de la edad de la criatura en la adopción). Deberemos cumplir el mismo papel y las mismas funciones, aunque pueda variar en algún aspecto de su desarrollo. Quizá sea más difícil encajar el niño-a fantaseado-a con el real. El tiempo del embarazo está biológicamente delimitado, pero la adopción es larga, irregular en sus tiempos, y con más vicisitudes.
No obstante, cuando se tiene un bebé biológico o adoptado, nacemos como madres.
 
Ana Cortiñas
 

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