La aventura del miedo

A lo largo de la vida tenemos muchos compañeros, pero sin duda, uno de los más persistentes es el miedo. No solemos invitarle pero viene a nosotros como un pariente pesado. Y suele quedarse tiempo, más del que deseamos. 

Si hiciéramos caso a los psicólogos, tendríamos que estar contentos de su visita, porque según ellos, el miedo nos evita situaciones de riesgo.


Es un remanente de nuestro cerebro más primitivo, ese que nos advierte para salir corriendo ante un oso. 

Ahora los miedos son más sofisticados, o al menos lo parecen: miedo a no tener wifi, a perder el móvil, a que el restaurante coreano favorito cierre. No, en serio. Todavía hay miedos. Muchos. Y es que el principal miedo es a la muerte y esa viene de fábrica con la vida. 

Si el miedo principal es a la muerte, entonces es fácil: evitamos escalar un rascacielos o tirarnos desde un avión en vuelo. Digamos que todo es más complejo o sutil, según se mire. 

La amenaza puede ser exterior, el peligro viene de fuera. Aquí no tenemos que irnos muy lejos para ver un ejemplo: el coronavirus nos mira con ojitos desde todos los informativos. Un virus que está por ahí fuera y potencialmente, puede ser letal. 

También el enemigo puede ser interior, como cuando uno tiene un cáncer. Entonces el peligro lo llevas a todas partes, con el sentimiento de ir con una bomba de relojería invisible. Y ahí no sirve de nada lavarnos las manos. 

Pero también, la muerte puede ser la no vida, y aquí podría tratarse la dificultad de poder tener un hijo. Se ve amenazado, de forma más ligera pero real, nuestro deseo ancestral de perpetuarnos como especie. Sí, esas cosas de la biología que todavía no hemos resuelto con una app para el móvil. 

Todos conocemos el miedo, pero ¿qué es? Digamos que es la no aceptación de la incertidumbre. Cuando aceptamos esa incertidumbre, el miedo desaparece y se convierte en aventura. 

Si la vida es por definición, incierta, cuando lo aceptamos pasamos a ser protagonistas de una verdad con nombre de documental: “la gran aventura de la vida”. Ahí es nada. 


Elena Batanero

!Gracias por tus siempre preciadas aportaciones¡
El equipo del Gabinet de Psicologia


No hay comentarios:

Publicar un comentario