El propio "Yo"

El post de hoy va dedicado a la adquisición del “yo” de nuestros hijos, a la construcción de su propia identidad y al papel importante de la figura de apego, en el proceso.

Alrededor del año y medio, el niño empieza a tener noción de sí mismo. Comienza a descubrir que puede hacer cosas solo, sin ayuda, como por ejemplo quitarse los zapatos, comer, encender o apagar la luz,…Estos logros le dan un sentido del “yo” y le ayudan a aprender que no es una prolongación de su madre.

La relación con la mamá empieza en el útero y, al nacer, comienzan las interacciones comunicativas con el bebé que ponen en marcha y sistematizan los cuidados que la mamá prodigara en adelante.

Desde que el bebé nace, se va creando y estableciendo el vínculo de apego con la mamá. Este es todo un proceso que pasará por diferentes etapas y, dependiendo de los cuidados que reciba, se formará un apego seguro o inseguro.

Al año y medio el niño se encuentra entre dos fases de la formación de su apego: la fase del apego bien definido y la fase de formación de una relación recíproca. Esto significa que, por una parte, todavía puede manifestar ansiedad al separarse de la mamá y, por otra, que la relación con la mamá empieza a basarse en la reciprocidad. El niño ya empieza a tener la capacidad de evocar mentalmente a la mamá, lo que le permitirá ir desarrollando la noción de su propia permanencia .

Dependerá de la calidad de los cuidados de la mamá, del buen trato dado al bebé, de la educación en competencia emocional y de las estrategias positivas empleadas que el niño llegue a desarrollar su propio “yo”.

Todo ello hace que me venga a la mente José Luis Gonzalo (2015): “ La relación entre el niño y sus cuidadores permite desarrollar la noción de “qué soy yo” y “qué no soy yo” “

El sentido del “yo” se debe establecer sobre una base segura para lograr un apego seguro que permita que el niño desarrolle su propio “yo” y se vea a sí mismo como una personita autónoma.

La madre, mediante la creación de un proceso de vinculación seguro, favorecerá el desarrollo del propio “yo” de su hijo.

Si logramos una vinculación y base seguras podremos pasar a trabajar pequeñas estrategias que podrán ayudar a nuestro hijo en su proceso:

  • Debemos ser flexibles en cuestiones de poca importancia. A esta edad les gusta sentir que deciden por sí mismos y, por este motivo, conviene satisfacer su necesidad cuando la situación lo permita. Podemos dejarles elegir la ropa, dónde ir a pasear o, si queremos que coman fruta, decirles por ejemplo: ¿quieres manzana o plátano? 
  • No debemos obligarles a comer cuando no quieren, siempre que no haya problemas de alimentación. Sabemos que a estas edades, entre otras alteraciones, puede aparecer la anorexia infantil o una aversión alimentaria sensorial. En esta última, el niño sólo come, por ejemplo, puré de un color o de una textura concreta. En estos casos, es conveniente ponerse en contacto con el pediatra. Siempre que no haya una alteración ni una causa orgánica, tenemos que entender el negarse a comer como una forma más de sentir el “yo” . Por tanto, al insistir en que coma, se establece una batalla de poder que va a resultar negativa tanto para el niño como para la mamá.
El sentido del “yo”, entre otras muchas cosas, se establece gracias al desarrollo de gustos propios, logros, preferencias y habilidades. De esta manera el niño llegará a verse a sí mismo como una personita autónoma.


Concha Palou
Pedagoga Terapéutica
Diplomada en traumaterapia sistémica infantil


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