Madre es la que me crió


“Madre es la que me crió", me han dicho muchas personas. Y es cierto. A veces se tiene un concepto estrictamente biológico de la paternidad (tengo un embarazo, son mis genes...) y, aunque es verdad que todo el proceso de la gestación influye en el nuevo ser, la maternidad/paternidad es una función que se cumple en el día a día de las familias, no sólo en la procreación.

¿Cuál es la función al ser padres?

Criar una criatura de tal modo que pueda ser una persona sana física y mentalmente, que se sienta merecedora de amor, con confianza en el mundo y en los demás, sintiéndose capaz de gestionar lo que le ocurre en su vida. Y es la forma de crianza (sea un hijo biológico, gestado o adoptado) lo que favorece o entorpece esta salud.

En el caso de la salud física, las cosas parecen claras: alimentarlos bien, cuidarlos en la higiene, llevarlos al pediatra cuando sea necesario. Pero ¿en el caso de la salud psicológica? Esto es un campo más complejo, porque hay que darles amor, pero el amor por sí solo no siempre basta. Además de quererles, es necesario proporcionar un entorno en el que las criaturas se sientan seguras y protegidas (para que, paradójicamente se sientan con curiosidad y ganas de aprender del entorno). Los niños necesitan sentirse queridos y libres; necesitan que se les estimule a explorar el mundo y que se les ayude y enseñe a gestionar las emociones que les provoque su curiosidad y sus experiencias vitales. Eso significa que hay que responder sensiblemente a sus necesidades porque en la experimentación del mundo se encontrarán con frustraciones, querrán hacer cosas que no podrán conseguir, perderán objetos y cosas que quieren y tendrán pena, se enfadarán con otros niños, o los padres tendrán que poner límites a sus deseos. Entonces los padres tendrán que consolarles cuando se sienten tristes, ayudarles a que se calmen y entiendan sus enfados y frustraciones, y que se les den recursos para que no tengan miedo de lo que no es necesario sentir miedo. (Tienen que aprender a arriesgarse para adquirir dominio de sus habilidades, pero no deben irse ni dejarse tocar por un extraño).


Es evidente que no todos hemos experimentado esa clase de crianza. Muchos de nosotros tuvimos padres que no supieron comprendernos, que no sabían ver lo que sentíamos y nos dejaban solos con nuestras preocupaciones y miedos. A veces, incluso, son los padres los que nos han provocado miedo o, por el contrario, nos protegieron tanto que su hipervigilancia y ansiedad no permitió que se desarrollaran nuestras habilidades. Por otro lado, una abuela o una tía, o incluso una vecina nos dieron el apoyo, nos consolaron o nos estimularon cuando nuestros padres no pudieron o no supieron hacerlo. Por eso, no son solo padres nuestros progenitores, sino los que nos cuidaron, animaron y consolaron.

Ana Cortiñas
Psicóloga General Sanitaria
Psicoterapeuta



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