El poder de regenerarse

Tanto las relaciones tempranas (la calidad del apego) como eventos y situaciones de la vida tienen la capacidad de traumatizarnos, de herirnos y provocarnos miedo e inseguridad a lo largo de la vida. Si no resolvemos el trauma, si no cicatrizamos nuestras heridas, podemos transmitir el trauma a la siguiente generación.

Sin embargo, desde el momento en que pensamos tener una criatura, podemos revertir las secuelas de anteriores dolores. Podemos prepararnos psicológicamente para regenerar aquellas partes de nosotras que conservan las heridas. Incluso tenemos la capacidad de cambiar la expresión genética, tal como lo revelan los estudios.

El proceso de tener un hijo se inicia en el momento del deseo. Empezamos a hacer crecer el útero psicológico previo que ayudará al útero a acoger y nutrir a una nueva criatura. Ahí se ponen en marcha todos los modelos de relacionarnos que aprendimos en la primera infancia. Estos modelos se encuentran en nuestra memoria de procedimientos. Así como recordamos cómo montar en bicicleta, tenemos recuerdos de cómo nos cuidaron y nos trataron y eso nos hizo tener una buena imagen de nosotras mismas o no. En el momento del deseo de ser madre, estas memorias se encuentran a flor de piel y, por tanto, es más fácil reflexionar y trabajar sobre ellas.

¿Cómo podemos regenerarnos de nuestras relaciones tempranas?

La reflexión de cómo fuimos hijas no debe hacerse en soledad.

Si sufrimos traumas, o nuestras relaciones tempranas no fueron todo lo buenas que deberían haber sido, necesitamos aprender a relacionarnos de nuevo, y eso necesita de otra persona que pueda comprender lo que nos sucede. Tener un tipo de relación que nos valide y comprenda puede revertir incluso vías neuronales. Situaciones o padres que nos dieron miedo o nos hicieron sentir invisibles o inadecuadas, han modelado las vías neuronales que nos hacen ser más susceptibles al estrés, con todos sus síntomas relacionados de sufrir más ansiedad, tristeza, ira o incluso depresión. Sin embargo, con una persona que nos ayude a regularnos y comprendernos, estas vías neuronales pueden ser regeneradas. Incluso podemos cambiar la expresión de algunos de nuestros genes. 

Además, podemos sentirnos inseguras en nuestra capacidad de ser madres. Una nueva relación, sin embargo, nos puede hacer ganar en seguridad y regulación emocional. Nos puede ayudar a cuidar y mejorar nuestras habilidades maternales. Pero como que la mayor parte de las personas no tienen conocimientos suficientes para poder proporcionar eso que necesitamos, es mejor iniciar una terapia o un proceso de crecimiento personal con alguien que se haya formado en vínculos afectivos en la primera infancia.

Ana Cortiñas
Psicóloga General Sanitaria
Psicoterapeuta

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