Coraje y esperanza

Mirando al mar, me he acordado de todas vosotras, navegantes de la fertilidad.

Tomas el rumbo hacia el horizonte, donde el azul del mar se une al cielo, alzas la mirada y más lejos hay tierra. El deseo de ser padres te hace zarpar.

El mar está pleno de belleza y a la vez de incertidumbre, cambios de ruta, días soleados y tormentas, mar tranquilo y marejadas de distintas intensidades. Navegas al día, según las previsiones, respetando la naturaleza y los ritmos que te marca en cada momento.
En el trayecto descubres muchas cosas de ti misma y de la relación de pareja cuando la hay.

El deseo de ser padres te da las fuerzas que nunca hubieras imaginado.

Hay que elegir un buen barco, la tripulación que te acompaña : médicos, biólogos, psicólogos, acupuntores, enfermeras, auxiliares, han de ser expertos en esta navegación. Cada uno de ellos tiene la sabiduría y la experiencia necesaria para ayudarte a llegar a tierra: “el deseo de ser padres de un hijo sano”.

A veces hay pérdidas, es importante descansar, retomar fuerzas, recuperarte y estudiar con mayor profundidad la singladura. Las prisas y el querer acabar nos debilitan. Entrenar la mente, capacitar el cuerpo y unirlo a la emoción de los que queremos y a nuestro equipo te ayuda a fluir con tu propia naturaleza y con el tratamiento cuando lo hay.
No es una tarea fácil, te pueden hablar o quizás verás otros que llegan a tierra, seguramente sabes poco de lo que tuvieron que hacer para conseguirlo.

Toma decisiones reflexionadas, pregunta a tu tripulación, infórmate, comprende qué sucede en tu cuerpo y en tu vida, eso te ayudará a tomar buenas decisiones. La información de los profesionales desde las diferentes actuaciones, física, biológica emocional y mental, son grandes facilitadores para la travesía.

Recuerda quién eres.

Valora lo que tienes.

Disfruta de lo que amas.

No te centres únicamente en el tratamiento.

Date un espacio de tiempo.

Baja el nivel de estrés.

Abre y disfruta de otros proyectos que te agraden.

Confía en tu equipo.

Si todas estas fuerzas se unen, la velas se hinchan, te dan el coraje y la flexibilidad para fluir adaptándote día a día al proceso.

Alza los ojos hacia el horizonte, recuerda que tras él hay tierra.

Aunque en la oscuridad de la noche surja el temor, puedes descansar con la esperanza real de que están las estrellas, la luna y el sol que en uno u otro momento emergen, y la claridad con ellos.

A todas esas navegantes de rutas inciertas, cuando miro al mar os deseo que encontréis tierra. Quizás no sea la que imaginabas al zarpar, pero no por ello menos bella y fértil en nuestra vidas.
 
Gemma Mestre
 

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