Razones por las que tenemos hijos

La reproducción es una de las características de la vida. Es un proceso natural que se produce cuando los individuos de una especie están maduros para hacerlo. Y así ha sido para los humanos. 
Durante milenios, la especie humana ha tenido “los hijos que Dios (o las Diosas de la fertilidad) han querido”, y solo las personas que por diversas razones decidían ser célibes, podían – con el control de su comportamiento- no tener descendencia. 

Todo esto cambió hace décadas cuando los profilácticos se democratizaron, y la píldora anticonceptiva se inventó y popularizó. Quizá, que las mujeres hayamos podido decidir cuándo y cuántos hijos queremos, sea una de las grandes revoluciones sociales, por lo menos de los países occidentales.
 

Ahora tener hijos no es algo que “sucede”, por lo que tenerlos es una decisión consciente y podemos tener diversas razones para ello. Por una parte, como especie tenemos un atavismo que nos empuja a reproducirnos por lo menos una vez. Un deseo interior quizá incluso nos hace soñar con tener un bebé en brazos, a quien cuidar y a quien querer y ver crecer. Pero, por otra parte, podemos querer tenerlos por otras razones añadidas. 

Una de las razones por las que he visto desear tener descendencia ha sido llenar un hueco, un vacío, una carencia afectiva. Esta carencia ha podido ser una infancia llena de negligencias afectivas que quiere llenarse con el amor incondicional de un bebé que depende absolutamente de un adulto; otra razón puede ser la muerte de la madre o el padre, que dejan un vacío o un dolor que se quiere llenar; otra, el deseo de tener un hijo o una hija en función del sexo; resolver una crisis matrimonial; tener un sentimiento crónico de soledad…. 

Cualquiera de las razones en las que la criatura viene al mundo con una razón o una función, viene con una carga de expectativas que le impedirán el desarrollo espontáneo de sus potencialidades, y que le pueden marcar para el resto de su vida. Vendrá al mundo acompañado de un fantasma que rondará su cuna. De una forma inconsciente, esta carga de expectativas aparecerá en la cantidad de interacciones diarias con las que los padres se relacionarán con el bebé que han traído al mundo. Le reforzarán unas cosas, le impedirán otras; le dirán de forma inconsciente lo que esperan de esa criatura en concreto. 

Sin embargo, siempre hay una posibilidad de liberar a los hijos que tenemos de todas las cargas inconscientes que les hemos depositado: es hacernos conscientes de todas las expectativas que tenemos sobre ellos. Si sentimos vacío, soledad, una necesidad o un deseo no satisfecho, podemos trabajar para elaborarlo y resolverlo, y así dar libertad a nuestros hijos. 

Se lo merecen.

Ana Cortiñas
Psicóloga General Sanitaria
Psicoterapeuta

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