Cómo suelen relacionarse los padres divorciados y cómo repercute en los hijos


Cómo se encuentre la pareja que acaba de divorciarse, dependerá de cómo hayan hecho frente a los conflictos que les llevaron a separarse. 

La buena resolución de sus conflictos será un hecho primordial para los hijos ya que, una vez separados, deberán proponerse conciliar sus nuevas diferencias en la coparentalidad. Situación que, en la mayoría de los casos, no se hará fácil. 


Posteriormente a la separación, la relación entre los progenitores toma formas distintas y varía en un amplio espectro, siendo las reacciones más comunes las que definen: 

- UNA RELACIÓN AFABLE: El vínculo entre la expareja es de amistad, con una colaboración entre ambos, repartiéndose la responsabilidad de la educación de sus hijos y tomando de mutuo acuerdo las decisiones que les implican a ellos. 

En este tipo de relación se respetan mutuamente los criterios educativos y se llega a buenos acuerdos, sin interferir en las decisiones del otro en relación con los hijos. 

En este entorno, los hijos mantienen una relación fluida con los dos progenitores, lo que les facilita la adaptación psicosocial. 

- UNA RELACIÓN COMPETITIVA: La expareja vive atascada en el desacuerdo y la crítica. Este hecho lleva, con frecuencia, a disputas en presencia de los hijos, de manera que estos se ven presionados a aliarse o tomar partido por uno u otro. 

En este contexto, en ocasiones, los hijos se pueden manejar con el chantaje emocional, manipulando a los padres para obtener su propio provecho. 
Esta forma de relación crea mucho malestar y en los hijos suele reflejarse en forma de tensión y cólera. 

- UNA RELACIÓN HOSTIL: En este tipo de relación es común que solo uno de los progenitores se ocupe de los hijos. 

En este contexto familiar puede ocurrir: 

a.  Los hijos se desarrollan gracias a la función adecuada que ejerce el progenitor que convive con ellos. 
b. Los hijos viven permanentemente la rabia y el rencor que expresa el progenitor con el cual conviven. 

En este caso está claro que los hijos no pueden servir de antipara de los reproches de un progenitor hacia el otro, porque les daña. 

De todos es sabido que superar la separación requiere tiempo para poder digerir los sentimientos de pérdida, de decepción, de ira, de dolor, … Pero, no debemos estancarnos en esos sentimientos que pueden hacer nuestro pasado, nuestro futuro y el de nuestros hijos, totalmente infeliz. Tampoco se trata de negar dichas emociones, sino de trabajarlas personalmente para que no se interpongan en la relación y el desarrollo de nuestros hijos. 
Lo aconsejable es dejar a un lado los conflictos de pareja y aprovechar el tiempo con nuestros hijos, estando disponibles y siendo accesibles en todo momento. El clima emocional, en nuestro nuevo contexto familiar, debe de ser de amor, de un amor incondicional, donde haga sentir a nuestros hijos especiales y dignos de ser amados. 

Concha Palou 
Pedagoga terapéutica 
Diplomada en traumaterapia sistémica infantil



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