Cómo contarles a nuestros hijos la pérdida perinatal


Al tener uno o varios hijos y quedarnos embarazadas se nos plantea el interrogante de cuándo y cómo compartir, con nuestros hijos, el embarazo y la llegada del hermanito. 

A los niños menores de 6 años se les hace difícil la representación mental de aquello que no pueden ver, que no pueden observar, que no pueden manipular ni experimentar. Por ello, es aconsejable darles la noticia de que van a tener un hermanito cuando nuestro cuerpo muestra un cambio visible ya que les facilita el sentir que está pasando algo.
Los cuentos como “Bebé a bordo”, “Será un bebé”, “Una teta, una naranja, una aceituna”,… nos van a facilitar, en gran manera, la conceptualización de la llegada del nuevo miembro. 

Nos puede pasar que nuestro embarazo no llegue a término, una vez compartido nuestro estado con nuestro/s hijo/s y entonces… se nos vuelven a abrir interrogantes de cómo explicarles la pérdida del bebé, de ese bebé que no han visto pero que, poco a poco, se lo han ido haciendo suyo. 

Este es un momento donde podemos tender a proteger a nuestros hijos pero la realidad es que ante lo secreto nuestro hijo puede desarrollar miedo. 
Para que nuestro hijo tenga un duelo sano será muy importante que tengamos presente cómo entienden, según la edad, la muerte. 

Los niños van a comprender y reaccionar de diferente manera ante la muerte, dependiendo de su edad, su momento evolutivo, sus experiencias vitales, su desarrollo cognitivo, su grado de madurez, su mundo emocional y su capacidad de conceptualizar. Por ello no van a comprender igual los cuatro conceptos sobre la muerte: que es universal, que es irreversible, que todas las funciones vitales terminan en el momento de la muerte y que toda muerte tiene un porqué. En el duelo no hay reglas por lo que cada hijo lo vivirá a su manera. 

Hasta los 2 años, la muerte es solo una palabra, no comprende su significado pero al ir desarrollando la noción de pertenencia de objeto, serán capaces de sentir la ausencia. En el caso de un embarazo a no término, nuestro hijo no sentirá la ausencia del bebé pero si va a percibir los cambios en su entorno y sus rutinas, de igual forma va a ser sensible a nuestro estado de ánimo negativo como consecuencia de la pérdida de nuestro bebé. A estas edades, es posible que sea testigo de nuestro propio duelo. Así que, será fundamental no alterar las rutinas de nuestro hijo y hacer un trabajo personal de la pérdida para que nuestro dolor y tristeza no embarguen a nuestro hijo. 

De los 3 a los 6 años nuestros hijos viven la muerte como un estado temporal y reversible. Aún no comprenden la universalidad de la muerte y cualquier explicación la entiende de forma literal por lo que debemos evitar decirles cosas que les confundan y en nuestra explicación no debemos evitar la palabra muerte. Su pensamiento es mágico, subjetivo y , por supuesto, tienen noción de pertenencia. El no haber conocido al bebé no será condición para que no puedan sentirse tristes. Por ello será fundamental que les demos un espacio para que puedan expresar lo que sienten. 

Al estar de pleno en la etapa simbólica, puede ser que jueguen como si el bebé estuviese vivo y por ello no debemos alertarnos puesto que es bueno que se expresen. 

En esta franja de edad necesitan que les contemos la verdad, una verdad con un lenguaje adaptado a su edad. Necesitan que se lo expliquemos más de una vez y para ello nos serán de gran ayuda los cuentos como “Adiós, bebé”. 

Concha Palou 
Pedagoga terapéutica 
Diplomada en traumaterapia sistémica infantil






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