Tengo un hijo adoptado ¿y qué?


Esta semana pasada recomendé a una familia el libro de la editorial Galera, Soy adoptada, ¿y qué? Se lo recomendé para su hija adoptada. El titulo ha resonado en mi cabeza toda la semana y eso es lo que me ha llevado a escribir este post. 

La adopción, como cualquier tipo de maternidad, es un proyecto repleto de retos y de incertidumbres, es una verdadera forma de filiación. La diferencia es que la adopción tiene su inicio en un abandono. La llegada al mundo de nuestro hijo adoptivo no tiene lugar cuando lo adoptamos, sino que empieza meses o años antes. 

El poder decir : Tengo un hijo adoptado, ¿y qué? debe pasar por la aceptación, la comprensión, el reconocimiento y el empoderamiento . 

Nuestro hijo habrá sufrido la perdida de la familia biológica o habrá vivido situaciones de maltrato o abusos y … nosotros habremos pasado por un proceso difícil en busca de la maternidad. Ambos procesos nos obligan a revisar nuestra propia historia de apego y a reflexionar sobre ella, para poder educar y vincularnos con nuestro hijo. Para vincularnos debemos ser conscientes de que, aunque le demos toda la seguridad del mundo, las memorias de su trauma serán activadas por estímulos ambientales y, por tanto, su sistema de defensa también se activará y nosotros deberemos permanecer ahí, sin sentirnos atacados o rechazados. 

Cuando adoptamos, no nos encontramos con un niño con un libro en blanco sino que su libro está escrito ya, y lo está con una historia difícil, con una vida que le ha obligado a ser lo que es. Nuestro hijo tiene un pasado que muchas veces influirá en su presente y en su futuro. Por ello tenemos que aceptarlo incondicionalmente, con independencia de sus conductas, características, sexo, raza y forma de ser. Los motivos de su conducta externa no siempre coincidirán con las interpretaciones que nosotros hagamos. Su sentir y pensar por dentro necesitará de nuestra comprensión y empatía para que podamos ayudarle a tomar conciencia de sus conductas. 

A veces podrá tener sentimientos que no nos gusten como el miedo, la inseguridad, la rabia, el odio hacía nosotros,… en esos momentos deberemos contener sus sentimientos y darles forma, usando la palabra con reflexión para que pueda ir canalizándolos. Deberemos reconocer su dolor para empatizar con él, aunque no con el fin de justificarlo sino de darle un punto de apoyo incondicional el tiempo que lo necesite, para que desarrolle la resiliencia. La paciencia será imprescindible para que pueda estabilizarse y organizar de forma adecuada muchas de sus buenas intenciones. 

En todas aquellas conductas que sean reflejo de un trauma pasado será fundamental que nuestra expresión facial, nuestra voz y nuestra mirada tengan el potencial de activar la neurocepción ( los circuitos neuronales que se encargan de distinguir si las situaciones o personas son de confianza, peligrosas o amenazadoras para la vida) de seguridad. Sin embargo, si interpretamos esas conductas como indisciplina o mala voluntad podremos retraumatizar a nuestro hijo y no crearemos redes neuronales que contengan elementos de seguridad y calma. 

No es fácil interpretar siempre , de forma adecuada, las conductas de nuestro hijo adoptivo. Podemos conocer y aceptar su historia pero no siempre tendremos la formación y las estrategias adecuadas para actuar. Por eso será muy importante la psicoterapia para nuestro hijo y la formación específica para nosotros ya que es importante, en estos casos, la crianza terapéutica. 


Concha Palou 
Pedagoga terapéutica 
Diplomada en traumaterapia sistémica infantil

No hay comentarios:

Publicar un comentario