Este hecho, hará que no se tenga miedo a lo mismo según vayan creciendo.
No todos los miedos son iguales y no siempre necesitan superarse, dependerá de sí interfieren o no en la vida del niño/a.
En buena parte de las ocasiones, los miedos tienden a desaparecer por sí mismos, pero debemos tener en cuenta que, evolutivamente hablando, los miedos más frecuentes suelen ser:
- 6 meses: las alturas y ruidos fuertes.
- 9 meses: a los extraños.
- Entre los 12 y 30 meses: se intensifica el miedo a los extraños y la ansiedad por separación.
- Entre 2 y 4 años: oscuridad, fantasmas, monstruos, perros o animales grandes, insectos, tormentas, médicos, …
- Entre los 5 y 12 años: daño físico, catástrofes, exámenes, conflictos entre padres, …
En tanto que el niño/a va madurando y tomando conciencia de la realidad y la fantasía, irá consiguiendo seguridad y los miedos no se quedarán estancados.
Por el contario, si castigamos o reñimos al niño/a cuando tiene miedo, con la intención que deje de tenerlo o se enfrente a él, conseguiremos dificultar la superación de dicho miedo ya que crearemos sensación de desamparo y ansiedad.
Entonces, ¿qué debemos tener en cuenta como padres o madres ante los miedos de nuestros hijos o hijas?
Los vínculos seguros de apego con nuestros hijos/as son fundamentales para prevenir los miedos. Nuestros hijos/as necesitan contactos físicos que les transmitan seguridad, necesitan sentir la sensación de que pueden contar con nosotros/as cuando lo necesiten y que los queremos y deseamos ayudarles.
Por todo ello, debemos mantener un ambiente familiar sin tensiones y sin gritos ni castigos para favorecer una seguridad que haga al niño/a sentirse encaminado.
Tenemos que favorecer situaciones en las que el niño/a deba resolver las cosas por sí mismo/a. Es necesario evitar la sobreprotección porque le transmite al niño/a la idea de que el mundo está lleno de peligros al percibir las preocupaciones de los padres.
Los padres/madres tenemos el compromiso y la obligatoriedad de validar lo que siente nuestro hijo/a ante el miedo y, hablar como sobre trabajaremos para que pueda valerse por sí solo ante éste.
Sin embargo, si los miedos son persistentes, intensos o empiezan a interferir en su día a día, se deberá buscar ayuda.
Los indicadores, que nos pueden ayudar a sentir la necesidad de pedir ayuda, pueden ser: las preocupaciones obsesivas, ataques de pánico, comportamiento disruptivo o abandono de actividades lúdicas, entre otros.
Sin estos indicadores, validemos lo que sienten, trabajemos con ellos/as para que puedan manejar el miedo, tengamos paciencia hasta el cambio, seamos constantes, capaces de aplaudir su trabajo y tengamos en cuenta que cuanto más pequeños son, más necesitan hacer intentos hasta que las cosas se normalizan.
Pedagoga terapéutica
Diplomada en traumaterapia sistémica infantil
No hay comentarios:
Publicar un comentario