Naturaleza Humana: No hay Yo sin Otro

Las observaciones que inició el psicólogo D. Stern sobre las interacciones madre-bebé fueron el inicio de unos provechosos estudios sobre la naturaleza humana.
No sólo porque se pudo comprobar que las interacciones tempranas son el fundamento de nuestra salud (o no) mental, ya que condicionan con qué bagaje o mochila nos iremos a viajar por el mundo; sino también, porque nos hablan del fundamento mismo de la naturaleza humana.

Observando la comunicación no verbal inicial entre una criatura y su madre, nos damos cuenta de que hay un diálogo fundamental y universal.

Pongámonos en la experiencia-mente de un bebé:

Surge un ruido y una cara con ojos contesta.
Una sensación dulce y agradable, calentita invade el pecho, el vientre y la cara de donde surgen los ruidos.
La cara que se ve coincide con la frecuencia, el ritmo y la intensidad de las sensaciones que se sienten en el cuerpo.
Salen más ruiditos y se sigue escuchando...


Poco a poco, y tras muchas interacciones, el bebé acaba por sentir que es "agente" de lo que sucede, tanto como la cara familiar y placentera que tiene el mismo olor que el líquido que le alimenta es "mamá"...

En estas interacciones, el "yo" surge junto (y siempre) con el "otro", de tal manera que, siempre que lloro porque siento hambre, frío o quiero parlotear un poquito, aparece la experiencia de ese "otro" que me confirma.

Nuestra identidad es siempre el recuerdo de múltiples interacciones de lo que yo hago y experimento junto con otro u otros.
Por eso hay quien dice que tenemos una "ilusión de individualidad" pues somos siempre producto de relaciones e interacciones con el mundo, sin el cual no existiríamos.
Claro que estas interacciones pueden ser tan dulces como las que describo, o tan desconfirmadoras como aparece en este experimento (este experimento es la realidad para muchos bebés de madres y padres deprimidos y/o ausentes)


Así pues ¿somos algo más que un conjunto de recuerdos sobre experiencias y atributos que nos otorgan? ¿tiene sentido diferenciarme del otro por una identidad patriótica o religiosa? Quizás, si nos identificáramos con la conciencia que experimenta el proceso de Ser, podríamos ser más empáticos con el resto de la humanidad. En definitiva, si he nacido católico puedo ser budista practicante, o si nací español puedo sentirme africano... Nuestra identidad es más un "patchwork" hecho de muchos tejidos, más que una entidad independiente por sí misma.

Hay otra cosa además que surge de esta forma de vernos:
Seguro que muchos de vosotros habréis experimentado como el paso del tiempo os hace ver las cosas de diferente manera que cuando sucedieron. De hecho, los estudios de la memoria demuestran que siempre, al recordar, re-organizamos los recuerdos, los reescribimos, nos reescribimos cada vez que nos recordamos.
Nuestra identidad, por tanto, está dispuesta a ser cambiada en función de relaciones e interacciones con el mundo. Yo lo veo cada día: muchos chavales se sienten desmerecedores de amor porque eso es lo que les hicieron sentir y creer en su infancia. Sin embargo, cuando después en la vida pueden ver que lo que sufrieron es maltrato, su identidad cambia con la nueva historia sobre su pasado...

Nos podemos reinventar cada día si somos flexibles al cambio que la vida nos propone cotidianamente...

Ana Cortiñas
Psicóloga General Sanitaria
Psicoterapeuta

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