La oportunidad para crecer desde la sombra

La sombra, como concepto psicológico, representa la parte oscura de nuestra personalidad, es decir, aquellos aspectos que rechazamos y no identificamos como propios. 
La sombra se empieza a desarrollar en la infancia, mediante la interacción con el contexto familiar-social, momento en el que se empieza a moldear nuestra personalidad en base a la identificación con los aspectos percibidos como buenas cualidades, frente a aquellos otros asociados a las malas cualidades, que rechazamos.

La clasificación entre lo bueno y lo malo se basa en la moralidad y el sistema de creencias de cada cultura y, dentro de esta, de cada familia.

De forma explícita o implícita, cuando desde pequeños/as aprendemos que existen “malos pensamientos” iniciamos una lucha interna, que se irá haciendo más compleja a medida que crecemos, ya que al no identificarnos con los aspectos rechazados nos estamos alejando de una realidad que forma parte de nosotros/as. Por ello, trabajar la sombra más que una opción es más bien una necesidad si queremos resolver nuestros conflictos internos y vivir desde la completitud.

Los aspectos rechazados no tienen por qué ser aspectos negativos. Por ejemplo, enfadarse es algo natural y saludable, lo dañino tanto para la propia persona como para las demás, es la forma en que gestionamos dicha emoción. Las personas que provienen de familias donde la expresión del enfado no estaba permitida tienden a reprimirla y con el tiempo esta represión puede conllevar problemas físicos y/o psicológicos como: dolor de cabeza, problemas digestivos, insomnio, aumento de la ansiedad, síntomas depresivos, problemas de conducta, etc.

Existen situaciones cotidianas en las que podemos entrever cómo se manifiesta la sombra, como por ejemplo:
  • En los encuentros desagradables donde reaccionamos de una forma desproporcionada.
  • En el contenido de chistes y bromas “de mal gusto”, que en ocasiones hacemos.
  • En los aspectos que no identificamos como nuestros y aún así muchas personas, coinciden en que sí forman parte de nosotros.
  • En las acciones impulsivas que posteriormente nos generan vergüenza, culpa, etc.
  • En las críticas y juicios que hacemos hacia los demás.

En consulta me gusta compartir una historia de Carl Jung, que resume muy bien Jordi Amenós en una de sus charlas. Dice así:

“Nuestros demonios son demonios porque los hemos expulsado de casa, y fuera hace frío, llueve y se han tapado con barro, pieles muertas de animales, hojas secas… de tal manera que cuando abrimos la puerta y los vemos les cerramos la puerta sin saber que en ese impulso volvemos a estar separados de nosotros. Y estando separados de nosotros, no es posible cultivar una autoestima. En algún momento deberemos abrir la puerta e invitarlos a entrar y sentarnos con ellos a tomar un té y en ese momento se quitarán ese terrible disfraz y pasarán a ser energía bendecida”.

A nivel psicológico resulta saludable expresar aquello que no queremos que suceda y preguntarnos qué es lo peor que podría pasar si llegara a suceder. La respuesta nos conduce a la posibilidad de expresar aquellas fantasías catastróficas que tememos que se vuelvan realidad. Así, al contrario de lo que pueda parecer, reprimir o callar esa voz que nos llega desde la sombra puede aumentar la probabilidad de que ocurra aquello que queremos evitar, de modo que podemos afirmar que las fantasías o aspectos reprimidos solamente resultan peligrosos en la medida en que no les prestemos la debida atención. Desde la expresión se da espacio a nombrar y llevar a la consciencia ese miedo de que ocurra algo espantoso. Decía el mitólogo Joseph Campbell: “En realidad en las aventuras míticas no se trata de matar al dragón, se trata de nombrar al dragón”. En ese sentido, las diferentes formas de expresión, dependen de cada persona y pueden darse, por ejemplo: a través de la escritura, el dibujo, los movimientos corporales, etc.

Trabajar la sombra requiere de honestidad y apertura ante la posibilidad de cuestionarnos por qué hay ciertas actitudes que nos molestan tanto y cuánto hay de nosotros/as en aquellos aspectos que criticamos de los/las demás. Por ejemplo: si lo que detesto es la avaricia, lo más probable es que esta cualidad forme parte de mi propia sombra, aunque me resulte vergonzoso admitirlo. Este trabajo interno, también requiere una actitud de querer conocer y afrontar la incomodidad que surge cuando nos damos cuenta de que también forman parte de nosotros/as sentimientos como: los celos, la codicia, la envidia, etc.

Inconscientemente invertimos mucha energía en mantener en la sombra aquello que no nos gusta, una vez que tomamos conciencia de ello, surge la posibilidad de tener energía disponible para cubrir otras capacidades humanas más positivas como el desarrollo de nuestra creatividad. Además, a medida que integramos nuestros aspectos rechazados se da inevitablemente una reorganización de nuestra personalidad, esto nos lleva a identificarnos con aquello que creíamos no ser y, por tanto, a una mayor expansión de nuestra identidad, diluyendo esa separación con nosotros/as mismos que nos acompaña desde la infancia.

No olvidemos, finalmente, llevar la mochila llena de verdadera comprensión y compasión en este largo viaje hacia la integración de nuestra sombra. Pues, decía el poeta y novelista checo, Rainer Maria Rilke: “Quizás todo lo terrible dentro de nosotros, en su esencia más profunda, es algo vulnerable que necesita nuestra ayuda”.

Irene Prats Beltrán
Psicóloga General Sanitaria

Referencias bibliográficas:
  • Allione, T. (2013). “Alimentando tus demonios. Antigua sabiduría para resolver tus conflictos internos”. Editorial La liebre de marzo.
  • Zweig, C. (1992). “Encuentro con la sombra: el poder del lado oscuro de la naturaleza humana” Editorial Kairós.

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