Todos envejecemos, pero no todos crecemos

He tomado el título de este pequeño escrito del Dr. Gordon Neufeld, de su discurso de apertura en el Parlamento Europeo en 2012. 
El título de su discurso de apertura fue Las llaves del bienestar infantil y juvenil: la importancia del papel de las familias. La cita completa dice:
El desarrollo del potencial humano es espontáneo, no inevitable (…). Todos envejecemos, pero no todos crecemos. Así pues, “criar” verdaderamente a un niño sería llevarlo a su máximo potencial como ser humano.

En esta cita están implícitas las razones por las que he ido contando historias familiares de gente que he conocido, que han tenido la confianza y valentía de contármelas. Historias que establecen que el ser humano se hace, y que cuando nacemos, nacemos como un potencial abierto a las vicisitudes y características de nuestro entorno, y que es ese ambiente el que permite que nos convirtamos en seres maduros o nos quedemos en un simple potencial inacabado y no realizado. Las bellotas son encinas sólo si caen en suelo fértil y vientos o tormentas no las rompen.

La primera infancia es de suma importancia. La familia en la que nacemos posibilita nuestra maduración o nos rompe ramas y nos reduce a una expresión mínima. A veces nos hace bonsáis, y aún teniendo un desarrollo diferente, encontramos nuestra belleza.
Pero las familias también están insertas en un ambiente, y si el ambiente que las rodea no da el apoyo y la seguridad para poder criar a sus hijos con alegría y tranquilidad, la función parental está comprometida.

El "yo" adulto nos hace creer que somos seres individuales, que nacemos con cerebro, brazos, piernas y órganos que están determinados por nuestros genes. El modelo médico actual, materialista y organicista, funciona desde este punto de vista.

Sin embargo, las últimas investigaciones en Biología humana y Neurociencias, determina que nuestro cuerpo-mente tiene un desarrollo inseparable del entorno y el medio ambiente, Y no solo hablamos de alimentación y polución. Hablamos de que la interacción en nuestra primerísima infancia hace que desarrollemos el cerebro sabiendo gestionar las emociones y sintiéndonos seres humanos dignos, o no. John Bowlby, psiquiatra inglés llamó a estas posibilidades caminos de desarrollo.

Lo que no saben aún los médicos es que, no aprender a sentirnos dignos y seguros, afecta a nuestra salud. No saber regular el miedo, la tristeza o el enfado, nos condena a un estrés crónico que compromete el sistema inmunológico y nos hace más propensos a enfermedades, no solo mentales.
Bowlby,  cuyos escritos lograron cambiar prácticas dañinas que antes se daban a nuestros niños, dijo:
La sociedad que quiere a sus niños, cuida a los padres.

Es decir, si queremos una sociedad con más salud corporal y mental, debemos exigir una sociedad que se estructure sobre el bienestar, buen trato y cuidado de los adultos que crían a los niños.

Ana Cortiñas
Psicóloga General Sanitaria
Especialista en apego, trauma y parentalidad

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