El amor

Los cuidados afectivos que los niños y niñas reciben, sobre todo en la primera infancia, son importantísimos para su desarrollo cerebral.

Nosotros como madre, padre o figura cuidadora, debemos estar ahí y demostrar que estamos, haciendo sentir a nuestro bebé que es importante y que tiene valor tal y como es. 
Nuestros lazos afectivos han de ser incondicionales, estables y continuos.


Sue Gerhardt, en su libro Por qué importa el amor, afirma que la primera infancia, es la base de la salud mental debido a que desde el nacimiento y hasta los 2 o 3 años, se desarrollan muchos sistemas importantes en el cerebro, especialmente los que utilizamos para gestionar nuestra vida emocional. Expone que lo que sucede en los dos primeros años, repercute en la parte del cerebro superior que se desarrollara años más tarde, dejando una marca para siempre. Aunque la infancia no lo explica todo, la experiencia del bebé con los adultos o personas que lo cuidan, será fundamental.

El bebé necesita una atención personalizada, los cuidados y la receptividad de alguien que le conozca perfectamente y que pueda entenderle y regularle bien, puesto que no puede gestionar un estrés excesivo y depende del adulto para ello.

Evidentemente, volviendo al principio, el amor no es cursi, no solo son besos y mimos (aunque son importantísimos). Es que estemos presentes en cada momento sin entrometernos en su intimidad, acompañándoles sin interferir.

El amor también es una mirada abierta, pura, comprensiva y afectiva hacia nuestro bebé.

Los encuentros con él, es necesario que partan de sus necesidades y no de las nuestras. A veces sentimos la necesidad de hacer por ellos, ser por ellos pero… eso no es amor.

El tacto es muy importante para su desarrollo. Sostenerle en brazos, tocarle, tener contacto visual (sincronizar miradas), reírse, jugar, dedicarle palabras amorosas,…será necesario para desarrollar las funciones superiores del cerebro.

A lo largo del día cambia el estado de ánimo de nuestro bebé y esa situación nos va a permitir que cada encuentro sea especial. En ocasiones será de caricias, de juegos, de risas, de comunicación con la palabra, de besos,… y en otras de consuelo.

No tenemos una receta para el cuidado de cada bebé sino que, dependerá de cada uno y de lo que pueda tolerar. Lo importante es que nuestro bebé no se estrese demasiado y que separemos el amor de esa carga arcaica de que el amor da lugar a la permisividad.

Concha Palou
Pedagoga terapéutica
Diplomada en traumaterapia sistémica infantil



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