Decir "no" como reafirmación del "yo"

Poner límites y saber cómo hacerlo es imprescindible tanto para nuestro bienestar personal y autoestima, como para mantener relaciones sanas con los demás. Se trata de entender el límite como un acto de amor hacia uno mismo, pero también hacia los demás. 
Aunque pueda parecer una tarea sencilla, es muy común sentir malestar al decir “no”, ya sea por anteponer nuestras necesidades a las de los demás, o bien por la culpa que puede generar no prestar nuestra ayuda ante una petición clara de la misma.

Con la intención de avanzar en la comprensión de la dificultad de poner un límite, por una parte, es importante tener en cuenta que decir “no” puede llevarnos a conectar con ideas irracionales basadas en el miedo (como por ejemplo: que los demás piensen que somos egoístas, que se enfaden, que se dificulte nuestra relación con ellos, etc.), este temor nos conduce a lo que podemos llamar, en abstracto, miedo a decir “no”, que se basa en un anhelo más profundo de las personas, que no es otro que el deseo de complacer a los demás para que nos quieran y nos acepten.

Por otra parte, la dificultad de decir “no” viene también marcada por la forma en que durante nuestra infancia nuestros padres o figuras de referencia nos pusieron los límites. Es posible que lo hicieran, desde su inconsciencia, de una forma poco respetuosa y que viviéramos esta situación como algo desagradable, entendiendo el límite como un aspecto negativo. Ante este aprendizaje, la tendencia puede ser proyectar ¿qué me pasa a mí cuando me dicen que no y me ponen un límite?

Decir “no” a alguien o a algo, se requiere de un espacio de discusión y negociación interna, es decir, una reflexión con nosotros mismos para activar nuestra escucha interna, este espacio nos aportará el tiempo necesario para conectar con nuestras propias necesidades y poner nombre a nuestros miedos para que dejen de convertirse en patrones automáticos de respuesta. En definitiva, decir “no” debe ser una decisión consciente basada en una buena comprensión de nosotros mismos, la relación con el otro y el contexto de la situación. Igualmente, “quizás” puede ser una respuesta respetable, que nos permita reflexionar si podemos y queremos comprometernos con algo.

Una vez hemos trabajado los miedos e ideas irracionales subyacentes a la hora de decir “no”, la propuesta es un cambio de dirección en la mirada para dirigir de forma consciente el foco hacia nuestra persona (hacia el “yo”), en lugar de la tendencia de observar directamente a los demás, de modo que cuando decimos “no” a su vez nos estamos diciendo “sí” a nosotros mismos. A medida que crecemos y gracias a una buena gestión de los límites, tomamos conciencia de la existencia de los demás y de nuestra propia existencia. Así, el límite nos da la oportunidad de reafirmar nuestro “yo” y expresar a los demás cuál es nuestra posición, imprescindible para un buen desarrollo y crecimiento personal.

A la hora de poner un límite es preciso salir de nuestra zona de confort, si esperamos a decir “no” sin sentirnos mal, es posible que nunca seamos capaces de hacerlo, manteniendo un malestar permanente para evitar una dificultad temporal. Con la práctica llegaremos a integrarlo de forma interna y poner límites será una capacidad que empezará a salir sola y sin incomodidad.

Para terminar, no se trata de decir siempre “no”, sino de decidir desde dónde damos nuestra respuesta y sobre cuáles son las consecuencias en nuestro bienestar, es importante no perder de vista el equilibrio entre mis necesidades y la responsabilidad afectiva para con los demás.

Irene Prats Beltrán
Psicóloga General Sanitaria

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