¿Es bueno para nuestra salud perdonar?

Aunque muchos de nosotros no sigamos la religión propia de nuestra cultura, sin embargo, sí que hemos recibido de forma directa o indirecta, el mandato de que tenemos que perdonar a los que nos ofenden.
Pero ¿qué sentido tiene perdonar? Y, sobre todo ¿qué beneficios y para quién tiene el perdón?

Quizá, para comenzar, debemos ponernos de acuerdo en qué entendemos como perdón. 

El perdón no necesariamente implica olvidar, ni condonar, ni exonerar al que nos ha hecho daño, humillado, ofendido o traicionado. Entiendo yo por perdón, la capacidad de comprender que le llevó a la persona que nos ofende a hacer lo que hizo, y por tanto, dejar el resentimiento, la rabia y/o la tristeza atrás. 
Desde este punto de vista, casi que la persona más beneficiada es el que perdona. El que ofende se libra de una venganza por parte del ofendido (dejamos eso atrás del ojo por ojo, diente por diente) que lleva a escaladas de agresiones mutuas, aunque no necesariamente se librará de la justicia. Pero el que perdona y deja atrás se libra de la amargura del resentimiento y, por tanto, del estrés interno que significa estar dando vueltas y sintiendo rabia, tristeza y resentimiento. Por eso, se ha demostrado que llegar a perdonar tiene beneficios para la salud, como mejorar los estados ansiosos y depresivos, y hay también una mejora en indicadores de salud como la tensión arterial y la frecuencia cardíaca.

¿Cómo se llega al perdón? Para que el perdón sea real y beneficioso, no se puede hacer por un mandato moral o religioso. En realidad, el perdón es el resultado final de un proceso de duelo por la pérdida o dolor recibido. Es necesario -paradójicamente- sentir la rabia y la tristeza, la pena y el dolor por la herida recibida, y solo después de sentir todas esas emociones naturales y transitar por ellas, podemos sentirnos fortalecidos para poder entender e integrar. El permitirnos sentir nos hace validar y reconocer que nos han hecho daño y, desde ese lugar incuestionable, entonces somos capaces de entender los comportamientos de los demás y llegar a verdades existenciales como que “todos nos podemos equivocar” y que las relaciones siempre implican conflictos y riesgos de hacerse daño mutuamente. Pero nunca estas conclusiones son vitalmente reales para nosotros si no reconocemos el derecho a dolernos y rabiar por lo que nos han hecho.

¿Y si no queremos perdonar? Estamos en nuestro derecho. Además, hay daños y heridas imperdonables. No todo lo que nos hace daño es del mismo nivel de gravedad, y por más que entendamos la mente de un perverso, abusador, violador, asesino o traidor egoísta, no significa que vayamos a perdonar.

La falta de perdón no es lo mismo que no superar las heridas. La falta de perdón que nos da salud suele ir acompañada del dejar ir. Podemos no perdonar, pero dejar atrás la rabia y el resentimiento y dejar nuestras heridas en el pasado. Muchos traumas se superan así, sin perdonar, pero dejando las heridas atrás, sintiéndonos reconstruidos y diferentes.

¿Y si lo que no podemos es perdonarnos a nosotros mismos? Eso ya será un tema para otra entrada del blog…

Ana Cortiñas
Psicóloga General Sanitaria
Psicoterapeuta

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