La envidia como motor de cambio

La envidia es un sentimiento con muy mala fama. 

No es extraño, porque en nuestra cultura de tradición cristiana, la envidia era uno de los pecados considerados capitales.

Pero ¿qué es exactamente la envidia?

La envidia es el sentimiento de desear lo que tiene el otro. 
Cuando escribo esto me planteo que tener envidia es algo natural. Estamos rodeados todo el día de estímulos que nos despiertan el deseo. De hecho, la publicidad y los publicistas viven de que deseemos cosas que no tenemos. Así pues, el deseo es un motivador cotidiano que nos hace movernos para conseguir lo que no tenemos.

Pero el deseo se convierte en envidia cuando se produce por algo que tiene otra persona y que nosotros no tenemos. La envidia aparece cuando constatamos que nosotros no lo tenemos. Puede ser una situación simple como que alguien come un postre y decimos” ay, me has dado envidia, ahora voy a pedir uno”. Pero no siempre la situación es tan fácil.

Deseamos muchas cosas que no son fáciles de conseguir, incluso cosas inmateriales como la belleza, la bondad o la facilidad para relacionarse. Cosas difíciles de conseguir si no sabemos que tenemos que esforzarnos por cambiar o por hacer lo mismo que hacen los demás para conseguirlo. La envidia tiene dos aspectos que no son exactamente lo mismo que el deseo de tener lo que tiene el otro, pero que suelen acompañarla:

El primero es pensar que el que tiene lo que envidiamos no ha tenido que hacer nada para conseguirlo. A lo mejor tiene buenas relaciones y la gente le quiere mucho. Pero esto es resultado de cuidar y querer a los demás. El envidioso se olvida de todo lo que hace el otro para tener lo que tiene.

El segundo aspecto es creer que nosotros nunca podremos tener lo mismo que el otro. No somos iguales, normalmente nos sentimos en el fondo inferiores.

Cuando la envidia va acompañada de no ver el esfuerzo y el comportamiento del otro y nos sentimos inferiores, solemos tener rabia y amargura. A veces se ejerce esa rabia sobre el otro y somos agresivos y mezquinos con la persona que envidiamos. Y es esa agresividad ejercida y la mezquindad de nuestro comportamiento hacia el otro lo que ha dado la mala fama a este sentimiento.

Sentir envidia es normal, pero la diferencia entre algunas personas y otras es lo que hacemos con la envidia cuando lo que envidiamos no es fácil para nosotros. A veces es imposible conseguirlo. Podemos ser más buenos, pero no más bellos físicamente. Podemos ser más maduros, pero no más jóvenes de lo que somos. Podemos cambiar algunos aspectos físicos, pero si tenemos enfermedades crónicas o genéticas, o incapacidades, no podremos cambiarlo siempre que queramos.

Pero la envidia puede ser un motor de cambio. Si lo que tiene el otro es posible conseguirlo con esfuerzo y perseverancia, hagamos eso ¿Y si no podemos conseguirlo por más que nos esforcemos? Siempre, en este caso, podemos transitar el duelo que nos transforme y nos haga crecer. Tendremos que tolerar el dolor de la pérdida y la frustración de lo que nunca tendremos o seremos, pero entonces podremos crecer en madurez y en espíritu.

Tener envidia a menudo puede ser un buen motivo para hacer una terapia que nos ayude a aceptar lo que no se puede cambiar, y a trabajar para lo que sí se pueda.

Ana Cortiñas
Psicóloga General Sanitaria
Psicoterapeuta

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